Oscuros pensamientos, esperanzas claras
Querida princesa,
Desde tu primera carta mis días son más despejados, hace casi una semana que no ando lloviendo por ahí, con tormentas de rayos, inundaciones o aguaceros.
Sólo he llovido un poco por las plantaciones del pueblo vecino, que siempre sufren mis cambios de humor, y hace tiempo merecen una lluvia tenue para que sus naranjas crezcan jugosas.
¿Sabías que los dragones llovemos?
No, no es una metáfora. Los humanos suelen confundir nuestra respiración íngea con el lugar que preferimos para vivir. Hay quienes insisten que nos gustan los lugares volcánicos, donde el calor es el rey, pero se equivocan. Nuestro fuego no se apaga con el agua, pero sí puede refrescarnos. Por eso casi todos mis familiares viven en lo profundo de ríos y lagunas, bebiendo cuanta agua pueden meter en sus panzas, para no recalentarse e incendiar bosques y
selvas.
También tenemos la capacidad de llevar a las nubes, arrastrándolas con nuestras alas. Y con nuestro aliento podemos disolverlas o hacerlas llover. Y si estamos de mal humor los tornados pueden ser catastróficos.
Por suerte, desde que te encontré, estoy en una etapa soleada.
Sin embargo, en las últimas horas he recibido una carta algo perturbadora, y quisiera saber algo acerca de tu tía:
¿Sabés si recibió hace poco la visita de una comitiva real de los países helados?
Quizás no se trate de tu reino, pero mencionó en una carta que envió a sus embajadores a un país cuya princesa no quería salir de la torre más alta de su castillo. Y de inmediato pensé en vos.
Espero tus noticias.
Calfumán
el dragón azul
Querida princesa,
Desde tu primera carta mis días son más despejados, hace casi una semana que no ando lloviendo por ahí, con tormentas de rayos, inundaciones o aguaceros.
Sólo he llovido un poco por las plantaciones del pueblo vecino, que siempre sufren mis cambios de humor, y hace tiempo merecen una lluvia tenue para que sus naranjas crezcan jugosas.
¿Sabías que los dragones llovemos?
No, no es una metáfora. Los humanos suelen confundir nuestra respiración íngea con el lugar que preferimos para vivir. Hay quienes insisten que nos gustan los lugares volcánicos, donde el calor es el rey, pero se equivocan. Nuestro fuego no se apaga con el agua, pero sí puede refrescarnos. Por eso casi todos mis familiares viven en lo profundo de ríos y lagunas, bebiendo cuanta agua pueden meter en sus panzas, para no recalentarse e incendiar bosques y
selvas.
También tenemos la capacidad de llevar a las nubes, arrastrándolas con nuestras alas. Y con nuestro aliento podemos disolverlas o hacerlas llover. Y si estamos de mal humor los tornados pueden ser catastróficos.
Por suerte, desde que te encontré, estoy en una etapa soleada.
Sin embargo, en las últimas horas he recibido una carta algo perturbadora, y quisiera saber algo acerca de tu tía:
¿Sabés si recibió hace poco la visita de una comitiva real de los países helados?
Quizás no se trate de tu reino, pero mencionó en una carta que envió a sus embajadores a un país cuya princesa no quería salir de la torre más alta de su castillo. Y de inmediato pensé en vos.
Espero tus noticias.
Calfumán
el dragón azul